12
El
príncipe Adam y Bella- La Belleza de la Bestia (Segunda Parte)
Bella
se encerró en su cuarto y comenzó a llorar con fuerza, no podía creerlo.
No
volvería a ser libre.
Nunca
más vería a su padre, y probablemente nunca más vería su pueblo, o tocaría un
libro.
Se
limpió las lágrimas mientras sollozaba con fuerza.
No
entendía nada.
¿Quién
era esa horrible bestia?
¿Por
qué habitaba ese palacio?
¿Acaso
ese no solía ser donde vivían los reyes antes?
¿Qué
hacía él ahí?
Al
menos, le había dado un cuarto, y no tendría que dormir en esa horrible
prisión.
Entonces,
escuchó un estornudo, y sus dudas se aumentaron.
-
¿Quién
anda ahí? - preguntó ella asustada.
Le
sorprendió recibir la respuesta del armario.
-
Madame
de la Gran Bouche, querida.
La
chica soltó un grito de horror, al ver que el armario tenía ojos y… y… no, no
era posible. Los armarios no tenían boca.
-
¿Tan
desgastada estoy? – preguntó Madame- ¡Sabía que las termitas habían comido mi
madera!
-
Pero
tú… eres… eres…
-
¡Una
cantante de ópera! - interrumpió Madame de la Gran Bouche, soltando agudos y
graves, y dominando notas- ¡Soy una cantante de ópera!
-
Sí…
lo noté- rio Bella- Pero quiero decir… eres un armario y tú, bueno… hablas.
-
¡Y
canto, querida, canto! - contestó ella haciendo más agudos.
Si
hubiera sido una humana, pensó Bella, el armario posiblemente sería una famosa
cantante de ópera.
Pero…
¿acaso no había una famosa cantante de ópera llamada Madame de la Gran Bouche?
Sí, sí, a su madre le encantaba, pero había desaparecido…
Algo
empezó a encajar en la cabeza de Bella.
-
Sí,
sí, he notado que cantas, y muy bien…
-
¡Gracias,
querida! Puedo mantener todas las notas.
Bella
rodó los ojos. Ahora entendía el motivo de qué la llamaran Madame de la Gran
Bouche.
-
Oh,
sí, lo noté, pero… ¿cómo es posible que usted sea un armario?
-
Ah,
eso- el armario pareció molesto- es por la mal…
Entonces,
la puerta del dormitorio de Bella se abrió de par en par, un carrito de té
entró- sin nadie que lo condujera, cabe decir- repleto de tazas de té con ojos…
¡Y una tetera que canturreaba feliz!
-
¡Ya
llegué! – cantó la tetera alargando la última letra- ¿No quiere usted una rica
taza de té? ¡Estará lista en un segundo!
Bella
tuvo ganas de reír, la tetera era tan graciosa…
-
Pero
usted es una…
-
¡La
señora Potts, querida! - anunció ella complacida, con una sonrisa en el rostro-
¿Vas a querer esa taza de té?
-
Oh,
claro- contestó Bella, más curiosa que asustada.
La
señora Potts sirvió un poco de té, y la taza dio un paso al frente.
-
¡Me
llamo Chip, soy el pequeño del castillo!
Bella
sonrió.
-
Encantada
de conocerte- la levantó, y un poco incómoda, tomó el té.
La
señora Potts y Madame de la Gran Bouche hablaban de algo que un tal Cogsworth le había dado a la última.
-
¡Es
tan adorable! ¡Incluso como reloj es guapo! - suspiró Madame de la Gran Bouche-
No podría desear tener un esposo mejor.
-
¡El
único inconveniente es su tamaño! - rio Potts, dirigiéndose a Bella.
-
Hablando
de eso… ¿cómo es que usted es una… tetera?
Madame
de la Gran Bouche estaba a punto de explicarlo, cuando la tetera la
interrumpió.
Bella
no debía saber nada sobre la maldición, al menos no por el momento.
-
Oh
querida… ¿Acaso nunca habías visto objetos parlantes? - preguntó Potts
fingiendo asombro. Guiñó un ojo a Madame de la Gran Bouche, quien no comprendió
lo que Potts pretendía.
-
Mmm…
no realmente.
-
¡Es
clásico de todo castillo encantado! - rio Madame de la Gran Bouche.
-
¿Castillo
encantado? - preguntó Bella, que ya esperaba algo parecido.
La
Sra. Potts lanzó una mirada asesina al imprudente armario.
-
¡Claro!
¡Encantado! ¿Qué más sería si no? – preguntó Madame, ignorado a la tetera.
-
¡Bueno!
¡Suficiente plática! - interrumpió Potts. - ¡Es hora de prepararte para la cena
con el amo!
Bella
se encogió de hombros. Era obvio que Potts se traía algo entre manos- bueno, no
exactamente, porque ella era una… tetera- pero tendría bastante tiempo para
averiguarlo.
Ahora
tenía más cosas de las cuales preocuparse.
Como,
por ejemplo, la cena con esa horrible bestia.
La había
obligado a ir, y ella no comprendía el motivo.
Pero
estaba segura de que no iría.
Cuando
se los comunicó a las señoras- o lo que fueran- ambas pusieron cara de funeral.
-
Pero,
Bella, el amo se va a poner furioso- dijo Madame de la Gran Bouche con nerviosismo.
La
chica tuvo ganas de reír.
-
¡Pues
que lo haga, yo no pienso bajar!
-
Pero…
él es el amo- prosiguió el armario.
-
Él
podrá ser tu amo… ¡pero no es el mío!
La
Sra. Potts, que como buena madre sabía cuando algo no marchaba bien, intervino
de inmediato.
-
Si
no quieres bajar, no tienes que hacerlo. El amo seguramente comprenderá. ¿Hay
algo que pueda hacer para mejor tu estancia?
-
Yo…
supongo que nada. No hay nada que pueda hacer. Ya no soy libre. Y no creo poder
ser feliz nunca.
Las
lágrimas amenazaron con salir del rostro de la castaña.
-
Oh
Bella… tengo poco de conocerte, pero creo que eres muy fuerte- sonrió la
tetera- La manera en que salvaste a tu padre… eres muy valiente, y créeme que
podrás ser feliz aquí. ¿Y quién sabe? Tal vez incluso más de lo que esperas…
-
¿En
verdad lo cree?
-
Por
supuesto- afirmó Potts.
Bella
sonrió, con una pizca de esperanza.
Si
hubiera podido abrazar a la Señora Potts, lo habría hecho.
***
Adam
se encontraba en el ala oeste. Un lugar totalmente prohibido para Bella.
Admiraba
la rosa que, diez años atrás, había recibido por su egoísmo.
Tenía
ya veintiún, y no había podido vivir la vida como se suponía que debía hacerlo.
Todo
por tener el corazón endurecido.
Y,
pronto, no volvería a ser humano. Si no se apuraba…
Soñaba
con volver a ver sus manos, sin pelo. O poder sonreír sin mostrar colmillos, ni
asustar a su madre cuando esta lo visitaba.
Se
miró en el espejo encantado.
¿Cómo
podría alguien amarlo?
Se
miró las garras.
Cuando
Bella llegó, él se sorprendió.
Era
hermosa. Y ella no lo sabía, lo cual lo hacía aún más hermosa.
Y
era valiente, también inteligente.
Obviamente
aún no la amaba, ni siquiera la conocía bien, pero creía poder hacerlo.
Sólo
que no pensaba que ella pudiera hacerlo.
Entonces,
alguien tocó a la puerta.
Era
Cogsworth, quien lo miraba nervioso.
-
¿Qué
ocurre, Cogsworth?
-
Es…
la dama.
Adam
volteó furioso.
-
¿Qué
ocurre con la dama?
-
Ella…
no quiere cenar con usted.
Ah,
¿no?
¡Ya
vería!
¡Lo
haría!
***
No
lo haría.
Bella
no iba a cenar con él.
Ni
siquiera después de una acalorada discusión logró convencerla.
Terca
insoportable.
Subió
las escaleras, abatido.
¿Por
qué era ella tan difícil?
¿Acaso
no había sido amable?
Incluso
le había pedido que lo acompañara por
favor.
Abrió
la puerta del ala oeste.
¡Y
ahí estaba ella!
Que
hermosa se veía… admirando la rosa.
-
¡Le
dije que no entrara aquí! - gritó Adam, con una furia indescriptible dentro de
él.
Bella
palideció, y salió corriendo aterrada.
***
Tenía
que irse. No podía quedarse ni un segundo más.
Había
visto algo terrible.
El
retrato de un apuesto hombre, rasgado.
Bella
estaba casi segura de que aquel hombre debía de ser el desaparecido príncipe.
¿Acaso
lo había matado la bestia?
¿Y
si él era quién había encantado el castillo?
Tal
vez incluso a los sirvientes del desaparecido príncipe…
Estaba
segura de que recordaba el nombre.
Alfonso… Antuan… Adrián… ¡Adam!
¡Por
supuesto! ¡Ese era su nombre!
¿Y
si ahora quería matarla a ella?
¿Y
si usaba la muerte como algún tipo de ritual?
Al
principio se negó a creerlo, pero cuando la bestia se apareció gritando, el
miedo se apoderó de ella.
Mientras
escapaba, Bella sintió una gran pena por el príncipe Adam.
***
-
¡Tenemos
que encontrarla! - gritaba Lumiere, el candelabro, muy preocupado. - ¡Potts,
revisa la cocina! ¡Cogsworth, el ático! ¡Babette… tú, ven conmigo!
Pero
Adam no pensaba perderla. Sabía que Bella había huido. Y debía encontrarla.
Salió
el palacio.
Por
suerte, gracias a su condición de bestia, tenía el oído agudizado.
Escuchó
un grito. El grito de Bella.
Corrió
por el bosque, tiritando a causa de la nieve, y la encontró rodeada de lobos,
intentado ahuyentarlos con un palo. Estaba tirada en la nieve, y cerca de ella,
Phillipe, el caballo de su padre, intentando protegerla.
La
bestia se lanzó al ataque, empujando a los lobos, y sacándolos, recibiendo
varias mordidas.
Terminó
con ellos. Bella lo miró, y por primera vez desde que lo había conocido, pudo
ver temor y dolor en sus ojos.
Humanidad.
La
miraba preocupado.
-
¿Estás
bien?
Ella
asintió.
Y
entonces, a causa del dolor, él se desmayó.
Lo
montó en Phillipe, y se dirigió al castillo.
Él
la había salvado. Había arriesgado su vida por ella, y había terminado muy
adolorido.
Lo
que sea que ocurriera en ese castillo, no era algo malo. Él no quería dañarla.
Tal
vez su estancia ahí no fuera del todo mala.
Decidió
quedarse.
No
sabía por qué la bestia la necesitaba ahí, pero ahora le debía dos vidas: la
suya y la de su padre.
***
Con
el tiempo, se dio cuenta de que era verdad.
Él
se había negado a decirle su nombre, así que le llamaba Bestia.
Bestia
no era malo, era muy dulce y tierno, ansioso por encontrar alguien que la
sacara de su soledad.
¡Incluso
le había regalado una biblioteca! ¡Nunca había visto libros en su vida!
Pronto,
Bella descubrió que Bestia no sabía leer muy bien, pero que le encantaba que le
leyeran cuentos.
Así
que, además de enseñarle a leer, le leía y releía sus historias favoritas.
-
¡Esto
es increíble! - anunció Bestia emocionado- ¡No sabía que leer podía ser así!
-
¿Así
cómo? – preguntó Bella con una sonrisa.
-
Tan…
bien, y no sabía que pudieran hacerme olvidar.
La
chica lo miró confundida.
-
¿Olvidar
qué?
-
Lo
que soy… digo, quién soy- susurró él avergonzado- Que soy diferente.
Bella
se quedó en silencio por un momento. Lo miró fijamente.
-
Bueno,
entonces tenemos algo en común.
-
¿Qué
quieres decir?
-
Pues…
en mi pueblo siempre me critican. Soy diferente. No encajo.
Bestia
sonrió.
-
No
somos tan diferentes- susurró ella. - Y aquí, contigo, siento que al fin soy
parte de algo.
Comenzó
a sentir cosas que nunca antes había experimentado, y aunque las negaba, en el
fondo sabía que se trataba de lo que había leído en sus libros, y que tanto
anhelaba.
Amor.
También,
se había hecho muy buena amiga de todo el personal del castillo.
Aunque
extrañaba su libertad, se sentía cada vez más feliz a su lado.
***
¡Ella
lo quería!
¡Lo
sabía!
Lumiere
le dijo que se notaba en sus ojos, pero que él debía preguntarle primero.
Adam
se encontraba muy nervioso cuando lo hizo.
Bella
le leía Romeo y Julieta.
Él
tomó valor, y con las manos sudando, le preguntó.
-
Bella…
¿tú me quieres?
Ella
sonrió.
-
¡Pero
claro que te quiero! ¡Eres el mejor amigo que he tenido jamás!
***
Sophie
Marie, la madre de Adam, lo visitaba frecuentemente, y él le contaba todo lo
que ocurría con Bella.
-
Mamá,
creo que estoy enamorado- susurró él un día.
-
Lo
sé, hijo, lo sé.
-
¿Crees
que ella pueda romper el hechizo?
-
Eso
espero.
Adam
sonrió. Cada día estaba cerca de ser humano otra vez.
***
El
día del cumpleaños de Bella, Adam se encargó de organizar una importante cena,
en la cual ambos iban vestidos de gala.
Después
de comer una exquisita cena, Bella anunció lo mucho que esperaba bailar.
Él,
sonriendo, y un poco nervioso, pues no sabía bailar, cumplió su petición.
Bajó
las escaleras mientras Lumiere intentaba explicarle a toda prisa como bailar
con una dama.
Bella,
por su parte, sabía bailar muy bien, pues su madre y padre la llevaban a todo
tipo de eventos importantes.
La
chica bajó por las otras escaleras, y se encontró con Bestia, quien la tomó de
la cintura, muy nervioso.
Riendo,
Bella le enseñó a bailar, y el resultó hacerlo muy bien.
Ambos
se miraban fijamente a los ojos, con el corazón palpitando muy rápido.
Bailaron
un buen rato, acompañados de la bella voz de la Sra. Potts y Madame de la Gran
Bouche, quienes los observaban emocionados.
Al
final, Bella salió al balcón con Bestia.
-
Me
encantó esta celebración, Bestia. No puedo explicar lo agradecida que estoy.
Él
sonrió.
-
Hay
algo que he querido preguntarte desde hace mucho, pero no tuve el valor-
susurró Bella, un poco nerviosa.
-
Pues
dime- contestó él.
-
¿Por
qué tienes ese aspecto? - preguntó Bella mirándolo fijamente.
Adam
bajó la mirada. Sabía que Bella haría la pregunta tarde o temprano.
Y
estaba listo para contestarla.
-
Bella,
yo era un humano- contestó, confirmando las sospechas de Bella- Al igual que el
resto del personal. Pero fui hechizado.
-
¿Hechizado?
- preguntó Bella confundida.
-
Por
mi egoísmo.
Adam
le relató toda la historia. La hechicera, la rosa, el espejo. Todo. Excepto la
manera de romper la maldición.
-
Es
un poco cruel de su parte…
-
Pero
vaya que me enseñó una lección- murmuró la Bestia.
-
Bestia…
¿quién eres?
Él
suspiró.
-
No
puedo decírtelo, Bella. No creo estar preparado para ello.
Ella
asintió.
Aunque
no se lo diría, Bella sabía exactamente quién era.
El
Príncipe Adam.
Y
por un instante, mientras él se abría y le contaba la verdad, puedo ver al
hombre detrás de la bestia.
A la
belleza de la bestia.
-
Y…
¿cómo se rompe el hechizo?
-
No
puedo decirte, Bella. Te sentirías demasiado presionada.
Ella
asintió, comprendiendo que tenía algo que ver con ella, pero sin saber
exactamente qué.
-
Una
última cosa. Ese espejo… ¿crees que pueda mostrarme a mi padre?
-
Eso
creo.
***
Bella
iba a toda velocidad a su pueblo, mientras Adam la miraba por la ventana,
destrozado.
Maurice
estaba enfermo, y ella tenía que ir a curarlo.
Con
todo el dolor de su corazón, Adam había sacrificado su felicidad por la de
ella.
Y
eso le dolía.
***
Bestia
respiraba con dificultad, tirado en la azotea.
Bella
lo miraba horrorizada. Había contemplado como Gastón le enterraba una daga, y
como este caía por la azotea.
Pero
no le importaba.
-
Bestia…-
gritó, llorando.
Él
volteó y la vio.
Con
sus ojos azules. No los ojos de Bestia, los de Adam.
-
Bella,
yo…
Y
entonces, cayó, cerrando los ojos.
Bella
se cubrió la boca llorando.
El
último pétalo de la rosa caía, haciendo la maldición eterna.
Pero
eso no importaba. Él estaba muerto.
Desconsolada,
se arrojó contra él, llorando desesperada.
-
Bestia…
yo… te amo- gritó, derramado lágrimas.
Entonces,
el cuerpo de Adam se llenó de luz, y comenzó a flotar, dejando a Bella
mirándolo confundida.
¿Qué
ocurría?
Cuando
aterrizó, ya no era Bestia.
Era
el príncipe Adam.
-
¿Bestia?
- preguntó ella, impresionada.
-
¡Bella!
¡Soy yo!
Miró
sus ojos, y en ella contempló la esencia de quién amaba.
Se acercó
y lo besó, llorando de felicidad.
Comprobando
lo que la hechicera había dicho siempre.
La
belleza está en el interior.
FIN.
Que bonito, espero que salgan felices de la trama de "El Fin de Disney"
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