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jueves, 14 de abril de 2016

Las Crónicas de El Fin de Disney #12: El Príncipe Adam y Bella- La Belleza de la Bestia (Parte 2)

12
El príncipe Adam y Bella- La Belleza de la Bestia (Segunda Parte) 

Bella se encerró en su cuarto y comenzó a llorar con fuerza, no podía creerlo.
No volvería a ser libre.
Nunca más vería a su padre, y probablemente nunca más vería su pueblo, o tocaría un libro.
Se limpió las lágrimas mientras sollozaba con fuerza.
No entendía nada.
¿Quién era esa horrible bestia?
¿Por qué habitaba ese palacio?
¿Acaso ese no solía ser donde vivían los reyes antes?
¿Qué hacía él ahí?
Al menos, le había dado un cuarto, y no tendría que dormir en esa horrible prisión.
Entonces, escuchó un estornudo, y sus dudas se aumentaron.
-         ¿Quién anda ahí? - preguntó ella asustada.
Le sorprendió recibir la respuesta del armario.
-         Madame de la Gran Bouche, querida.
La chica soltó un grito de horror, al ver que el armario tenía ojos y… y… no, no era posible. Los armarios no tenían boca.
-         ¿Tan desgastada estoy? – preguntó Madame- ¡Sabía que las termitas habían comido mi madera!
-         Pero tú… eres… eres…
-         ¡Una cantante de ópera! - interrumpió Madame de la Gran Bouche, soltando agudos y graves, y dominando notas- ¡Soy una cantante de ópera!
-         Sí… lo noté- rio Bella- Pero quiero decir… eres un armario y tú, bueno… hablas.
-         ¡Y canto, querida, canto! - contestó ella haciendo más agudos.
Si hubiera sido una humana, pensó Bella, el armario posiblemente sería una famosa cantante de ópera.
Pero… ¿acaso no había una famosa cantante de ópera llamada Madame de la Gran Bouche? Sí, sí, a su madre le encantaba, pero había desaparecido…
Algo empezó a encajar en la cabeza de Bella.
-         Sí, sí, he notado que cantas, y muy bien…
-         ¡Gracias, querida! Puedo mantener todas las notas.
Bella rodó los ojos. Ahora entendía el motivo de qué la llamaran Madame de la Gran Bouche.
-         Oh, sí, lo noté, pero… ¿cómo es posible que usted sea un armario?
-         Ah, eso- el armario pareció molesto- es por la mal…
Entonces, la puerta del dormitorio de Bella se abrió de par en par, un carrito de té entró- sin nadie que lo condujera, cabe decir- repleto de tazas de té con ojos… ¡Y una tetera que canturreaba feliz!
-         ¡Ya llegué! – cantó la tetera alargando la última letra- ¿No quiere usted una rica taza de té? ¡Estará lista en un segundo!
Bella tuvo ganas de reír, la tetera era tan graciosa…
-         Pero usted es una…
-         ¡La señora Potts, querida! - anunció ella complacida, con una sonrisa en el rostro- ¿Vas a querer esa taza de té?
-         Oh, claro- contestó Bella, más curiosa que asustada.
La señora Potts sirvió un poco de té, y la taza dio un paso al frente.
-         ¡Me llamo Chip, soy el pequeño del castillo!
Bella sonrió.
-         Encantada de conocerte- la levantó, y un poco incómoda, tomó el té.
La señora Potts y Madame de la Gran Bouche hablaban de algo que un tal Cogsworth le había dado a la última.
-         ¡Es tan adorable! ¡Incluso como reloj es guapo! - suspiró Madame de la Gran Bouche- No podría desear tener un esposo mejor.
-         ¡El único inconveniente es su tamaño! - rio Potts, dirigiéndose a Bella.
-         Hablando de eso… ¿cómo es que usted es una… tetera?
Madame de la Gran Bouche estaba a punto de explicarlo, cuando la tetera la interrumpió.
Bella no debía saber nada sobre la maldición, al menos no por el momento.
-         Oh querida… ¿Acaso nunca habías visto objetos parlantes? - preguntó Potts fingiendo asombro. Guiñó un ojo a Madame de la Gran Bouche, quien no comprendió lo que Potts pretendía.
-         Mmm… no realmente.
-         ¡Es clásico de todo castillo encantado! - rio Madame de la Gran Bouche.
-         ¿Castillo encantado? - preguntó Bella, que ya esperaba algo parecido.
La Sra. Potts lanzó una mirada asesina al imprudente armario.
-         ¡Claro! ¡Encantado! ¿Qué más sería si no? – preguntó Madame, ignorado a la tetera.
-         ¡Bueno! ¡Suficiente plática! - interrumpió Potts. - ¡Es hora de prepararte para la cena con el amo!
Bella se encogió de hombros. Era obvio que Potts se traía algo entre manos- bueno, no exactamente, porque ella era una… tetera- pero tendría bastante tiempo para averiguarlo.
Ahora tenía más cosas de las cuales preocuparse.
Como, por ejemplo, la cena con esa horrible bestia.
La había obligado a ir, y ella no comprendía el motivo.
Pero estaba segura de que no iría.
Cuando se los comunicó a las señoras- o lo que fueran- ambas pusieron cara de funeral.
-         Pero, Bella, el amo se va a poner furioso- dijo Madame de la Gran Bouche con nerviosismo.
La chica tuvo ganas de reír.
-         ¡Pues que lo haga, yo no pienso bajar!
-         Pero… él es el amo- prosiguió el armario.
-         Él podrá ser tu amo… ¡pero no es el mío!
La Sra. Potts, que como buena madre sabía cuando algo no marchaba bien, intervino de inmediato.
-         Si no quieres bajar, no tienes que hacerlo. El amo seguramente comprenderá. ¿Hay algo que pueda hacer para mejor tu estancia?
-         Yo… supongo que nada. No hay nada que pueda hacer. Ya no soy libre. Y no creo poder ser feliz nunca.
Las lágrimas amenazaron con salir del rostro de la castaña.
-         Oh Bella… tengo poco de conocerte, pero creo que eres muy fuerte- sonrió la tetera- La manera en que salvaste a tu padre… eres muy valiente, y créeme que podrás ser feliz aquí. ¿Y quién sabe? Tal vez incluso más de lo que esperas…
-         ¿En verdad lo cree?
-         Por supuesto- afirmó Potts.
Bella sonrió, con una pizca de esperanza.
Si hubiera podido abrazar a la Señora Potts, lo habría hecho.
***
Adam se encontraba en el ala oeste. Un lugar totalmente prohibido para Bella.
Admiraba la rosa que, diez años atrás, había recibido por su egoísmo.
Tenía ya veintiún, y no había podido vivir la vida como se suponía que debía hacerlo.
Todo por tener el corazón endurecido.
Y, pronto, no volvería a ser humano. Si no se apuraba…
Soñaba con volver a ver sus manos, sin pelo. O poder sonreír sin mostrar colmillos, ni asustar a su madre cuando esta lo visitaba. 
Se miró en el espejo encantado.
¿Cómo podría alguien amarlo?
Se miró las garras.
Cuando Bella llegó, él se sorprendió.
Era hermosa. Y ella no lo sabía, lo cual lo hacía aún más hermosa.
Y era valiente, también inteligente.
Obviamente aún no la amaba, ni siquiera la conocía bien, pero creía poder hacerlo.
Sólo que no pensaba que ella pudiera hacerlo.
Entonces, alguien tocó a la puerta.
Era Cogsworth, quien lo miraba nervioso.
-         ¿Qué ocurre, Cogsworth?
-         Es… la dama.
Adam volteó furioso.
-         ¿Qué ocurre con la dama?
-         Ella… no quiere cenar con usted.
Ah, ¿no?
¡Ya vería!
¡Lo haría!
***
No lo haría.
Bella no iba a cenar con él.
Ni siquiera después de una acalorada discusión logró convencerla.
Terca insoportable.
Subió las escaleras, abatido.
¿Por qué era ella tan difícil?
¿Acaso no había sido amable?
Incluso le había pedido que lo acompañara por favor.
Abrió la puerta del ala oeste.
¡Y ahí estaba ella!
Que hermosa se veía… admirando la rosa.
-         ¡Le dije que no entrara aquí! - gritó Adam, con una furia indescriptible dentro de él.
Bella palideció, y salió corriendo aterrada.
***
Tenía que irse. No podía quedarse ni un segundo más.
Había visto algo terrible.
El retrato de un apuesto hombre, rasgado.
Bella estaba casi segura de que aquel hombre debía de ser el desaparecido príncipe.
¿Acaso lo había matado la bestia?
¿Y si él era quién había encantado el castillo?
Tal vez incluso a los sirvientes del desaparecido príncipe…
Estaba segura de que recordaba el nombre.
Alfonso… Antuan… Adrián… ¡Adam!
¡Por supuesto! ¡Ese era su nombre!
¿Y si ahora quería matarla a ella?
¿Y si usaba la muerte como algún tipo de ritual?
Al principio se negó a creerlo, pero cuando la bestia se apareció gritando, el miedo se apoderó de ella.
Mientras escapaba, Bella sintió una gran pena por el príncipe Adam.
***
-         ¡Tenemos que encontrarla! - gritaba Lumiere, el candelabro, muy preocupado. - ¡Potts, revisa la cocina! ¡Cogsworth, el ático! ¡Babette… tú, ven conmigo!
Pero Adam no pensaba perderla. Sabía que Bella había huido. Y debía encontrarla.
Salió el palacio.
Por suerte, gracias a su condición de bestia, tenía el oído agudizado.
Escuchó un grito. El grito de Bella.
Corrió por el bosque, tiritando a causa de la nieve, y la encontró rodeada de lobos, intentado ahuyentarlos con un palo. Estaba tirada en la nieve, y cerca de ella, Phillipe, el caballo de su padre, intentando protegerla.
La bestia se lanzó al ataque, empujando a los lobos, y sacándolos, recibiendo varias mordidas.
Terminó con ellos. Bella lo miró, y por primera vez desde que lo había conocido, pudo ver temor y dolor en sus ojos.
Humanidad.
La miraba preocupado.
-         ¿Estás bien?
Ella asintió.
Y entonces, a causa del dolor, él se desmayó.
Lo montó en Phillipe, y se dirigió al castillo.
Él la había salvado. Había arriesgado su vida por ella, y había terminado muy adolorido.
Lo que sea que ocurriera en ese castillo, no era algo malo. Él no quería dañarla.
Tal vez su estancia ahí no fuera del todo mala.
Decidió quedarse.
No sabía por qué la bestia la necesitaba ahí, pero ahora le debía dos vidas: la suya y la de su padre.
***
Con el tiempo, se dio cuenta de que era verdad.
Él se había negado a decirle su nombre, así que le llamaba Bestia.
Bestia no era malo, era muy dulce y tierno, ansioso por encontrar alguien que la sacara de su soledad.
¡Incluso le había regalado una biblioteca! ¡Nunca había visto libros en su vida!
Pronto, Bella descubrió que Bestia no sabía leer muy bien, pero que le encantaba que le leyeran cuentos.
Así que, además de enseñarle a leer, le leía y releía sus historias favoritas.
-         ¡Esto es increíble! - anunció Bestia emocionado- ¡No sabía que leer podía ser así!
-         ¿Así cómo? – preguntó Bella con una sonrisa.
-         Tan… bien, y no sabía que pudieran hacerme olvidar.
La chica lo miró confundida.
-         ¿Olvidar qué?
-         Lo que soy… digo, quién soy- susurró él avergonzado- Que soy diferente.
Bella se quedó en silencio por un momento. Lo miró fijamente.
-         Bueno, entonces tenemos algo en común.
-         ¿Qué quieres decir?
-         Pues… en mi pueblo siempre me critican. Soy diferente. No encajo.
Bestia sonrió.
-         No somos tan diferentes- susurró ella. - Y aquí, contigo, siento que al fin soy parte de algo.
Comenzó a sentir cosas que nunca antes había experimentado, y aunque las negaba, en el fondo sabía que se trataba de lo que había leído en sus libros, y que tanto anhelaba.
Amor.
También, se había hecho muy buena amiga de todo el personal del castillo.
Aunque extrañaba su libertad, se sentía cada vez más feliz a su lado.
***
¡Ella lo quería!
¡Lo sabía!
Lumiere le dijo que se notaba en sus ojos, pero que él debía preguntarle primero.
Adam se encontraba muy nervioso cuando lo hizo.
Bella le leía Romeo y Julieta.
Él tomó valor, y con las manos sudando, le preguntó.
-         Bella… ¿tú me quieres?
Ella sonrió.
-         ¡Pero claro que te quiero! ¡Eres el mejor amigo que he tenido jamás!
***
Sophie Marie, la madre de Adam, lo visitaba frecuentemente, y él le contaba todo lo que ocurría con Bella.
-         Mamá, creo que estoy enamorado- susurró él un día.
-         Lo sé, hijo, lo sé.
-         ¿Crees que ella pueda romper el hechizo?
-         Eso espero.
Adam sonrió. Cada día estaba cerca de ser humano otra vez.
***
El día del cumpleaños de Bella, Adam se encargó de organizar una importante cena, en la cual ambos iban vestidos de gala.
Después de comer una exquisita cena, Bella anunció lo mucho que esperaba bailar.
Él, sonriendo, y un poco nervioso, pues no sabía bailar, cumplió su petición.
Bajó las escaleras mientras Lumiere intentaba explicarle a toda prisa como bailar con una dama.
Bella, por su parte, sabía bailar muy bien, pues su madre y padre la llevaban a todo tipo de eventos importantes.
La chica bajó por las otras escaleras, y se encontró con Bestia, quien la tomó de la cintura, muy nervioso.
Riendo, Bella le enseñó a bailar, y el resultó hacerlo muy bien.
Ambos se miraban fijamente a los ojos, con el corazón palpitando muy rápido.
Bailaron un buen rato, acompañados de la bella voz de la Sra. Potts y Madame de la Gran Bouche, quienes los observaban emocionados.
Al final, Bella salió al balcón con Bestia.
-         Me encantó esta celebración, Bestia. No puedo explicar lo agradecida que estoy.
Él sonrió.
-         Hay algo que he querido preguntarte desde hace mucho, pero no tuve el valor- susurró Bella, un poco nerviosa.
-         Pues dime- contestó él.
-         ¿Por qué tienes ese aspecto? - preguntó Bella mirándolo fijamente.
Adam bajó la mirada. Sabía que Bella haría la pregunta tarde o temprano.
Y estaba listo para contestarla.
-         Bella, yo era un humano- contestó, confirmando las sospechas de Bella- Al igual que el resto del personal. Pero fui hechizado.
-         ¿Hechizado? - preguntó Bella confundida.
-         Por mi egoísmo.
Adam le relató toda la historia. La hechicera, la rosa, el espejo. Todo. Excepto la manera de romper la maldición.
-         Es un poco cruel de su parte…
-         Pero vaya que me enseñó una lección- murmuró la Bestia.
-         Bestia… ¿quién eres?
Él suspiró.
-         No puedo decírtelo, Bella. No creo estar preparado para ello.
Ella asintió.
Aunque no se lo diría, Bella sabía exactamente quién era.
El Príncipe Adam.
Y por un instante, mientras él se abría y le contaba la verdad, puedo ver al hombre detrás de la bestia.
A la belleza de la bestia.
-         Y… ¿cómo se rompe el hechizo?
-         No puedo decirte, Bella. Te sentirías demasiado presionada.
Ella asintió, comprendiendo que tenía algo que ver con ella, pero sin saber exactamente qué.
-         Una última cosa. Ese espejo… ¿crees que pueda mostrarme a mi padre?
-         Eso creo.
***
Bella iba a toda velocidad a su pueblo, mientras Adam la miraba por la ventana, destrozado.
Maurice estaba enfermo, y ella tenía que ir a curarlo.
Con todo el dolor de su corazón, Adam había sacrificado su felicidad por la de ella.
Y eso le dolía.
***
Bestia respiraba con dificultad, tirado en la azotea.
Bella lo miraba horrorizada. Había contemplado como Gastón le enterraba una daga, y como este caía por la azotea.
Pero no le importaba.
-         Bestia…- gritó, llorando.
Él volteó y la vio.
Con sus ojos azules. No los ojos de Bestia, los de Adam.
-         Bella, yo…
Y entonces, cayó, cerrando los ojos.
Bella se cubrió la boca llorando.
El último pétalo de la rosa caía, haciendo la maldición eterna.
Pero eso no importaba. Él estaba muerto.
Desconsolada, se arrojó contra él, llorando desesperada.
-         Bestia… yo… te amo- gritó, derramado lágrimas.
Entonces, el cuerpo de Adam se llenó de luz, y comenzó a flotar, dejando a Bella mirándolo confundida.
¿Qué ocurría?
Cuando aterrizó, ya no era Bestia.
Era el príncipe Adam.
-         ¿Bestia? - preguntó ella, impresionada.
-         ¡Bella! ¡Soy yo!
Miró sus ojos, y en ella contempló la esencia de quién amaba.
Se acercó y lo besó, llorando de felicidad.
Comprobando lo que la hechicera había dicho siempre.
La belleza está en el interior.

FIN. 

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