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domingo, 7 de agosto de 2016

Neverland: Capítulo tres


Mary Darling estuvo a punto de desmayarse.
Primero, al oír al chico frente a ella decir que era Peter Pan.
Luego, al ver a un… ¿hada? ¡Ay dios mío! ¡UN HADA! En el hombro de este…
Y, para terminar, al darse cuenta de que todo lo que había dicho su hija era real, y que la había creído loca sin que lo estuviera. 
Las rodillas le fallaron y se tuvo que sentar en la cama para no caer.
Esperó, que Faora hiciera lo mismo, pero se sorprendió al ver una sonrisita ilusionada en su cara.
-       ¿Eres Peter Pan?
El chico asintió, algo confundido.
-       ¡Oh! ¡Yo sabía que eras real!
Ella estaba igual de sorprendida que su abuela, pero una sorpresa buena. Estaba a punto de ponerse a dar saltitos y proclamar a grito pelado que Peter Pan la había visitado.
Pero, ellas dos no eran ni de lejos las más sorprendidas.
Peter Pan no podía creer lo que veía.
Wendy había tenido una hija. Probablemente se había enamorado, e incluso había desposado a un hombre… que no era él.
Su corazón se partió en pedacitos.
Y, cada vez que miraba a Faora, la veía a ella.
A su Wendy.
A veces, incluso se le olvidaba que aquella no era Wendy, y hasta que no veía sus ojos azules, su corazón no dejaba de latir.
De repente, Peter sintió un egoísta deseo de tomar a la chica en brazos y pintar sus ojos de azul.
Y, sintió mucha envidia por Mary Darling, quien podía ver el rostro de Faora todos los días y de esa manera ver a su hija.
Pero no venía aquí para sentir celos. Venía por otra razón.
-       Sí. Soy yo. Y necesito que vengas conmigo.
-       ¿A dónde? - preguntó Faora, pero era obvio que ya sabía la respuesta.
-       A Neverland- susurró el chico.
Mary Darling hizo un ruidito de nervios.
-       ¿A Neverland? ¡Claro que iré! - celebró Faora, parecía que estaba a punto de quitarse el camisón y tirarlo como confeti.
-       Claro que no- dijo Mary, con firmeza. – Ella no irá a ningún lado.
Faora hizo una mueca de tristeza y comenzó a protestar.
Peter no sabía qué hacer.
-       Habla con ella- susurró una vocecita en su oído, que todos los demás oían como cascabeles, pero él, misteriosamente, podía entender. - Sabes que puedes convencerla.
-       Yo… Camp, no sé cómo… y si… ¿si no funciona?
-       Vamos a llevar a esa niña a Neverland, es nuestra única salvación. Y si no resulta esto, no me importará si su abuela está de acuerdo. Así que intentemos hacerlo a las buenas o me verás enojada.
Respiró hondo.
-       Sra. Darling… ¿puedo hablar con usted un momento? ¿A solas?
Ella miró a Faora y luego a Peter, y asintió un poco dudosa.
Faora miró a Peter y le sonrió. El corazón de él dio un brinco, antes de recordar que aquella era la hija de Wendy, no Wendy.
Entró a una habitación vacía con Mary, quien lo miraba preocupada.
-       Por favor, tiene que dejar que Faora venga a Neverland.
Ella negó lentamente la cabeza.
-       ¿Te enteraste, Peter Pan? ¿Supiste que Wendy está muerta?- lo dijo de una manera brusca, y dolida.
Peter sintió un nudo en la garganta y sus ojos se llenaron de lágrimas.
-       Pero… John, Michael… dijeron… desapareció- fue lo único que logró articular.
-       Oh, sí, eso es lo que dicen. No han encontrado su cuerpo. Pero lleva trece años desaparecida… ¿crees que va a aparecer de repente?
-       Podría ser- murmuró él, que no entendía lo que era un año.
-       ¡Podría ser! ¡Ja! ¡Claro que sí! - rio ella amargamente.
Peter parpadeó para no llorar.
-       Yo… necesito a Faora.
-       ¿Por qué?
-       Porque es mi única esperanza. Neverland está sumido en la desesperación, y ella es la única que puede devolverle la alegría.
-       Pero… solo es una niña… ¿cómo es que ella puede salvar Neverland?
Era claro que la Sra. Darling seguía sin creer en la existencia de Neverland, o incluso del mismo sujeto con quien hablaba, y de vez en cuando lanzaba una mirada nerviosa a Campanita.
Peter suspiró y le contó sobre la profecía de las sirenas y la magia en Faora.
-       Yo… no… no lo sé… ni siquiera sé si creo en ti- susurró, y le dolió a Peter- O en Neverland… Y Faora es solo una niña…
-       Sra. Darling, piense en Wendy- susurró él.
Ella pareció ligeramente sorprendida.
-       E… ¿En Wendy? ¿Po…por qué?
-       Wendy amaba Neverland, y se lo puedo decir. Sin ofender, pero amaba tanto Neverland que estuvo a punto de abandonarlos a ustedes… y si ella supiera que Neverland está en peligro, bueno, haría todo lo posible para salvarla.
Mary suspiró, y cerró los ojos. Dos gruesas lágrimas cayeron de sus mejillas mientras ella se apretaba con fuerza el rubio cabello.
-       Sólo… ya perdí a una hija. No quiero perder a otra.
Peter notó que había llamado a Faora su hija.
Y probablemente así la consideraba.  
De repente, se sintió muy incómodo.
Y extremadamente desesperado.
-       Yo… si usted pudiera ver Neverland, le prometo que entendería y…
Entonces, la mujer abrió los ojos, y una idea pareció cruzar su mente.
-       Pero… tal vez sí pueda ir. Y cuidar de Faora.
Definitivamente no esperaba esa respuesta, porque Peter abrió la boca, sorprendido.
-       Yo… pues… su…supongo que sí… sí… podría venir.
Mary asintió. Parecía estar haciendo un gran sacrificio.
***
Faora estaba pegada a la puerta.
Todo le parecía como un sueño… un sueño tan hermoso.
Y ahora la abuela vendría con ellas…
El único problema, eran John y Michael… ¿a dónde se habían metido?
No podían dejarlos atrás…
Fue directamente a la habitación de sus tíos, debía de haber alguna nota o algo parecido…
Y, entonces, vio algo bastante peculiar.
Había un sombrero de pirata tirado en medio de las dos camas, su corazón dio un vuelco.
¿Qué era eso?
¡Seguro tenía alguna relación con El Capitán Garfio, que era muy mencionado en el diario de su madre!
Levantó el sombrero, temblando…
Peter y Mary salieron de la habitación a la que habían entrado.
-       Faora…
-       Se llevaron a John y a Michael- dijo antes de que su abuela continuara.
Ella palideció.
-       ¡¿Qué?!
Alzó lentamente el sombrero.
Mary no pareció comprender, pero Peter abrió los ojos como platos.
-       Garfio- susurró él, mordiéndose los labios- Yo… ¡tenemos que apurarnos!
Faora asintió.
Pero… ¿cómo llegarían ahí? ¿En tren?
Había leído algo en el diario de Wendy, pero ya no recordaba bien… ¿Se colgarían de Campanita?
-       Bien, es hora de que piensen en algo feliz, en algo que los llene y los haga querer volar de alegría.
Faora alzó una ceja.
¿Momentos felices?
Bueno, sí que había bastantes, pero el más feliz…
¡Oh! Aquella vez en que la abuela, John y Michael le enseñaron un álbum repleto de escritos, recortes y fotografías de su madre.
Se había sentido tan feliz, tan tranquila… en paz.
Cerró los ojos, recordando el momento con una sonrisa.
Mientras ella lo hacía, Peter, sin que ella lo notara, le echó polvillo de hadas en la cabeza, y la niña comenzó a flotar.
Faora abrió los ojos de golpe y soltó una carcajada, luego vio a su abuela, que, también volaba, y se miraba admirada.
La niña dio una pirueta y comenzó a hacer toda clase de trucos en el aire, Peter soltó una carcajada, y parecía que Campanita también estaba muy feliz.
-       Ahora- dijo Peter, sonriendo- Saldremos por la ventana, y nos dirigiremos a la segunda estrella a la derecha.
Siguieron sus indicaciones.
En cuanto Faora salió de la habitación, y sintió el aire correr a su lado, soltó una risa tonta. Se sentía libre, feliz y más suelta que nunca.
Peter le sonrió, su sonrisa era torcida y se inclinaba hacia un lado.
Más atrás, Mary observaba maravillada los edificios, y abrió la boca de manera considerable al ver el Big Ben frente a ella.
Peter le tomó la mano y la llevó hacia el gigante reloj.
Campanita frunció el ceño al ver como el chico tomaba la mano de Faora, pero a esta no le pareció un gesto romántico.
Es más, Peter la trataba y miraba como lo hacían John y Michael, con un amor paternal y ganas de protegerla…
¿Qué habría pasado entre él y su madre para que Peter la mirara así?
Peter se puso de pie en una de las manecillas del gigantesco reloj, con Campanita en el hombro, y aun tomando la mano de la niña, la invitó con un gesto de cabeza a que lo hiciera también.
Se colocó junto a él, y la abuela aterrizó al lado de Faora.
La abrazó, maravillada.
Los cuatro observaron maravillados Londres, desde esa altura, y los ojos de Mary se llenaron de lágrimas.
Faora se sentía en un sueño, en un cuento…
-       Será mejor que nos vayamos antes de que se muevan las manecillas- susurró Peter- no quiero morir cayendo desde el Big Ben.
-       Cómo…- Mary se veía intrigada- ¿Cómo sabes el nombre de este reloj?
-       Wendy- contestó él encogiéndose de hombros.
Faora sonrió, y bajó del reloj, continuando el vuelo.
***
Pasó un rato antes de alcanzar la Segunda Estrella, pero cuando llegaron, Faora vio que había una especie de líquido azul dentro de ella, que parecía querer absorberlos.
-       Tenemos que entrar- susurró Peter.
-       ¿Nos llevará a Neverland? - Faora lo miró emocionada.
Peter asintió y le dio la mano a la Sra. Darling, quien, con una sonrisa, se introdujo en aquel líquido azul y desapareció.
-       Tu turno, Faora.
Ella se sobresaltó al oír a Peter llamarla por su nombre, pero olvidó la sorpresa al sentir los nervios de al fin entrar a Neverland.
Lentamente, tomada de Peter, metió su cuerpo, y se dio cuenta de que el líquido azul era en realidad una especie de gelatina bastante fría y babosa, Faora se estremeció y cerró los ojos.
-       Si yo fuera tú, los dejaría abiertos – le murmuró Peter antes de soltarla.
Y, abrió los ojos.
Lo primero que sintió fue un inmenso vértigo, y deseó poder tomar la mano de Peter de nuevo. Sentía como caía rápidamente, sin poder hacer nada para detenerse.
Y, entonces, lo olvidó.
El viscoso liquido azul comenzó a cambiar de color, mostrando brillantes y nuevos tonos que ella nunca había visto.
Abrió la boca, sorprendida. Escuchó risas y grito, llantos y memorias, y pudo haber jurado escuchar la voz de su madre.
Sonrió mientras veía miles de colores y momentos pasar ante sus ojos en un instante, y se olvidó de la caída, de John y Michael, de su madre, e incluso de Peter y Neverland, y disfrutó de cada color y ruido.
Hasta que, dejó de verlos y volvió a sentir el viento y el frío, y se dio cuenta de que estaba volando de nuevo.
Miró a su alrededor. Era de día, y vio una inmensa isla, con un enorme barco estacionado en la arena.
Este debía ser Neverland, la tierra de tantas aventuras.
Se limpió las lágrimas que se le habían salido sin notarlo. Su madre había descrito tan bien todo…
Entonces, lo recordó.
Mientras espiaba, había escuchado a Peter decir que debía salvar a Neverland.
Pero… ¿de qué? 

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