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La
Reina Malvada: Esclava del espejo
Es tiempo de viajar al pasado, a una fría y
tenebrosa tierra, donde la pobreza abunda y los únicos privilegiados son los
nobles.
El reino se llamaba Hexxeland, y sufría una terrible
hambre, gracias a una guerra que se producía con el reino vecino: Feenreich.
Feenreich ganaba la guerra, y los habitantes de Hexxeland morían de hambre y
estaban desesperados.
Nadie sabía por qué era esa guerra, y si alguien lo
sabía, ya estaba muerto. Había pasado mucho tiempo desde que hubo paz en
Hexxeland.
En un pueblo del reino, donde todo era sucio y
triste, vivía una pequeña familia. La madre, Ubel, había quedado viuda, pues su
marido se había ido a la guerra, dejándola sola con dos hijos: una niña, y un
niño.
El niño tenía doce años, y pronto iría a la guerra.
Su nombre era Mutig.
La niña, de diez años, se llamada Grimhilde.
Ninguno de ellos era feliz. Para empezar, no tenían
padre. Y Ubel, destrozada por la muerte de su marido se había tornado en una
mujer fría, cruel e insensible.
Los golpeaba, y los trataba terriblemente mal.
Grimhilde y Mutig había tenido que aprender a vivir
con los gritos de su madre, y los duros golpes con una varilla.
Pero aun así, se querían mucho el uno al otro, y se
apoyaban en todo momento.
***
Un día, mientras Grimhilde preparaba la comida, pues
su madre estaba borracha en la cama, tocaron la puerta.
La pequeña niña, de ojos azules y muy bellos, abrió
la puerta.
Era un soldado.
-
¿Está tu hermano Mutig aquí?
Se le hizo un nudo en la garganta y los ojos se le
llenaron de lágrimas. Asintió lentamente.
-
Mutig, te buscan.
El niño, de cabello y ojos cafés fue a la puerta y
puso cara de terror cuando vio al soldado en la puerta, pero no sintió miedo.
-
Adiós, Grimhilde.
-
¡Debes despedirte de mamá!- dijo ella al
borde de las lágrimas.
-
Tienes que venir ahora, Mutig- susurró
el soldado.
Mutig aceptó y le dio un fuerte abrazo a su hermana,
que lloraba con fuerza.
-
Promete que volveremos a vernos- susurró
él- Ahora.
Grimhilde asintió.
-
Lo prometo, Mutig, volveremos a vernos.
No importa que pase.
***
Grimhilde se volvió débil. La única persona que la
quería se había ido, su madre se desquitaba con ella a diario, la golpeaba y
azotaba.
Pero los golpes no eran lo que más le dolía. Lo que
más le dolía era pensar que ni siquiera su madre la amaba.
Pronto, una oscuridad inmensa se apoderó de ella.
Quería ser amada, sin importar el precio.
***
Un día, su madre perdió los estribos.
Llegó a casa más borracha que nunca. Grimhilde
cocinaba sopa de verduras.
-
¡Grimhilde!- gritó ella furiosa.
La niña, con doce años ya, se acercó.
-
¿Qué ocurre, madre?
-
Sé cómo acabar con nuestro sufrimiento.
Sacó una daga de un bolso de cuero.
La pequeña se cubrió la boca con ambas manos.
-
Sólo tenemos que morir- susurró Ubel con
una sonrisa en el rostro, y se acercó con la daga.
Grimhilde corrió a la cocina.
-
¡No, madre! ¡Sé que podemos ser felices!
¡Por favor no lo hagas!
Pero Ubel no se detuvo, le lanzó la daga a
Grimhilde.
La niña lanzó un grito y cayó al suelo.
Entonces, vio como un rayo morado salía de sus dedos
y golpeaba a su madre en el pecho.
Ubel cayó al suelo, muerta.
Grimhilde se miró las manos.
Ese fue el día en el que mató a alguien por primera
vez.
Y el día en el que descubrió sus poderes.
***
Desde ese día vivió sola en el bosque.
Cazaba animales y no necesitaba a nadie más.
Hasta que lo conoció a él.
***
No se lo esperaba, el día que lo conoció era un día
como cualquier otro. Se llamaba Tragen.
Siempre la tomaba desprevenida, y ese día no fue la excepción.
Tenía quince años, y cazaba en el bosque. Había
sobrevivido sola todo ese tiempo. Dormía en el pasto. Estaba por matar a un venado, pero una flecha
lo alcanzó primero.
Ella se quedó atónita.
Entonces, lo vio.
Tenía cabello café. Corría detrás de otro venado.
Grimhilde se apresuró. No le ganaría éste.
Preparó su arco y apuntó.
Entonces él volteó a verla, y sonrió.
La chica casi cae de la impresión. Su mirada la
había hecho temblar.
-
Lo siento- dijo él mientras se acercaba
trotando- No sabía que estabas cazando por aquí.
Ella sonrió.
-
No hay problema.
-
¿Te parece si cazamos juntos y nos
repartimos lo que ganemos?
Y ella aceptó. Él siempre la convencía de todo.
***
Pronto se volvieron confidentes, acampaban juntos y
cuidaban la espalda del otro al cazar, ambos tenían una historia difícil y
dura. Tragen era un soldado que había huido del ejército después de no ser
capaz de matar.
Grimhilde le había contado toda su historia.
-
¿Tragen?
-
¿Sí?- preguntó él mirándola fijamente.
-
¿Puedo contarte algo y prometes que no
me llamarás loca?
-
Claro, Grim.
Ella sonrió.
Luego su semblante se tornó serio.
-
Hay algo raro conmigo. No maté a mi
madre con un cuchillo.
Tragen la miró confundido.
-
Grité, y cuando lo hice, un rayo morado
salió de mis dedos.
Tragen la miró de nuevo.
-
Creo que soy una bruja- susurró ella.
-
Pero… ellas están casi extintas- murmuró
él.
-
Lo sé. Pero… ¿qué otra explicación se te
ocurre?
Le sonrió.
-
No lo sé. Pero aun así eres genial.
Ella soltó una carcajada.
***
-
¿Sabes que amo de ti, Grimhilde?
La chica lo miró confundida.
-
¿Qué?
-
Tu cabello.
La bruja sonrió.
-
Y tu sonrisa.
Entonces, se acercó y la besó. Grimhilde se quedó
sin respiración y también lo besó lentamente.
***
Desde ese día se amaron aún más. Su relación era
única, y él la amaba.
Al menos eso pensó ella.
***
Un día, Tragen se fue prometiendo volver pronto,
pues Grimhilde no podía acompañarlo al estar enferma.
Cuando él regresó pensó que ella estaba dormida. Grimhilde
escuchó que venía con alguien más y guardó silencio al escuchar susurros.
-
¿Estás seguro de que es una bruja?
-
Muy- susurró él.
-
Entonces, tienes tu paga- le pasó una
bolsa- Y ahora la mataremos.
Grimhilde se puso de pie inmediatamente.
Tragen venía acompañado de dos hombres corpulentos.
Traían el uniforme de Feenreich.
-
¿Qué ocurre aquí?
-
Tú novio te vendió por unas monedas-
susurró uno de ellos.
-
¿Es eso cierto?- preguntó Grimhilde.
-
Sí- afirmó Tragen- Lo hice, Grim.
-
No…
Los hombres se acercaron con espadas, dispuestos a
matarla.
Grimhilde sintió como sus manos ardían, y unos rayos
rojos salieron disparados a los hombres.
Miró a Tragen. No fue capaz de matarlo.
-
Si prometes no seguirme, te dejaré
vivir- susurró ella al borde de las lágrimas.
Tragen la miró asustado, y Grimhilde salió
corriendo.
***
Dos semanas después de ello, se cruzó con un
enfrentamiento entre los soldados de Hexxeland y Feenreich. Se escondió detrás
de un arbusto deseando que no la vieran.
Grimhilde nunca supo si fue el destino, o una cruel
broma del cielo, pero escuchó su nombre.
-
¡Mutig ha caído!- gritó uno de los
soldados.
Grimhilde salió de su escondite. Su hermano estaba
tirado en el suelo, con una flecha enterrada en el costado.
La bruja corrió y se arrodilló ante él. Tenía la
misma mirada que de niños.
-
¿Grimhilde?
Ella asintió, con lágrimas en los ojos.
-
Al menos pude verte antes de morir.
Grimhilde se cubrió la boca.
-
No vas a morir, Mutig.
Él la miró con dulzura.
-
Tienes que saber algo.
Ella lo miró atento.
-
Te están buscando. Quieren matarte.
-
¿Qué?
-
Buscan a una poderosa bruja. Al parecer
nuestro padre tenía sangre mágica. Lo leí en un pergamino que capturamos. Ellos
no saben que él es nuestro padre, pues cambió su nombre, pero están detrás de
ti, heredaste sus poderes y van a matarte por ello.
Mutig respiraba con dificultad.
-
Lo sé.
-
¿Grimhilde?
-
¿Sí?
-
Te amo.
Y entonces murió, en los brazos de su hermana, quién
gritaba y maldecía. Lo había perdido todo.
***
Al fin lo había encontrado. Después de un año al fin
lo había encontrado estaba frente a Tragen.
-
Te cortaste el cabello- susurró él.
-
Me recordaba demasiado a ti.
Tragen la miró.
-
Lo siento, yo...
-
No digas nada.
La abrazó con fuerza. Ella sonrió, maliciosa, y le
enterró una daga en la espalda.
-
Pero… si yo te amaba…
Grimhilde le susurró al oído.
-
El amor no sirve de nada. Ya no necesito
que alguien me ame.
Tragen cayó al suelo, muerto. Grimhilde se limpió la
sangre de su mano mientras una lágrima silenciosa rodaba por su mejilla.
Ese fue el día en el que perdió la inocencia.
***
Después de mucho supo toda la historia.
Su padre había creado un espejo mágico, que se
alimentaba de belleza, mientras más bella era la persona que lo usaba más
poderes tenía el espejo, y si había alguien más bella que aquella persona el
espejo perdía poder.
Él había muerto, hechizando Grimhilde para ser la más bella, y la
hechicera que usara el espejo.
Por eso, el rey de Feenreich destruyó Hexxeland, en
busca de ese espejo y de la bruja que pudiera explotar su poder.
Tragen era uno de los hijos del rey, encargado de
encontrar a la bruja que pudiera utilizar el espejo, y por ello la utilizó y
entregó a los soldados.
***
Ella encontró el espejo, y se volvió muy poderosa.
Y tomó venganza.
***
Gracias al poder del espejo se infiltró en el
palacio de Feenreich, y logró seducir al heredero del trono, quién aunque
estaba casado, en secreto la veía y besaba.
Cuando el rey murió y él subió al trono, con su
esposa y una pequeña hija llamada Blancanieves.
Grimhilde mató a la esposa del rey, y lo desposó.
Llevó a Feenreich a la ruina. Y secretamente le daba
recursos al rey Ferdinand, de Hexxeland.
***
La mujer miraba a su espejo.
-
Espejito, espejito, ¿quién es la más
bella de todas?- le hacía esa pregunta todos los días. No pensaba perder el
poder.
-
Lo lamento mi reina, pero alguien ha
superado su belleza.
Grimhilde lo miró furiosa.
-
¿Quién?
-
Blancanieves.
Torció el rostro. Había pasado por demasiado para
permitir que una princesa chillona le quitara el poder, y el trono.
-
Tengo que matarla.
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