11
Es
tiempo de volver a sumergirnos, y viajar de nuevo a Atlántica.
Mientras
que Úrsula juraba que se vengaría, y unía todas las piezas del rompecabezas
para acabar con Tritón y Atenea, estos no podían estar más felices.
Su
reinado había resultado ser muy exitoso, y todos eran ahora felices. A
excepción de Úrsula y los octópidos, claro está.
Tenían
siete bellas hijas.
Attina,
la mayor, responsable de aletas a cabeza.
Alana,
todo el tiempo preocupada por su belleza y aspecto.
Adella,
siempre coqueteando con los chicos.
Aquata,
algo gruñona y exagerada, pero con un gran corazón.
Arista,
muy energética y, de vez en cuando, celosa.
Andrina,
una sirena muy bromista y risueña.
La
más pequeña de todas era la bella Ariel, con apenas siete años, una sirena
pelirroja, con bellos ojos azules, que era muy parecida a su madre, pero con
los ojos de su padre. Era diferente a todas las demás, era curiosa e
imprudente, y normalmente su mente estaba en otros sitios.
Era
la que más conectaba con su madre, pues a ambas las distinguía un espíritu
curioso y aventurero.
A
pesar de que Tritón no confiaba en los humanos por lo que habían hecho a
Úrsula, su esposa sí que lo hacía, aunque ya no los veía muy a menudo para no
despertar la furia del rey.
Pero
no podía evitar contestar las preguntas de su hija más pequeña, quién sentía
una imparable curiosidad por los humanos.
-
Pero
mamá, no lo entiendo… si ellos no tienen aletas, ¿cómo es que nadan?
Atenea
no pudo evitar soltar una carcajada ante la pregunta de Ariel.
-
Ariel,
ellos no nadan. Caminan. Y para
caminar no necesitan aletas, si no piernas.
-
¿Piernas? ¿Y eso qué es?
La
reina dibujó con su dedo en la arena el cuerpo de un humano, y le enseñó a
Ariel lo que eran las piernas.
-
¡Mamá!
¡Yo quiero ser una humana!
Atenea
sonrió.
-
Claro
pequeña, tú puedes ser lo que tú quieras.
Ariel
rio.
-
Hay
algo que quiero darte- susurró Atenea.
La
sirena la miró curiosa, mientras Atenea le entregaba un tenedor.
-
Es
un objeto humano. Sirve para peinarte.
Ariel
comenzó a peinarse, mientras reía.
-
¿De
dónde lo sacaste, mamá?
-
De
un amigo. ¿Quieres conocerlo?
Al
poco tiempo Atenea llevó a Ariel a conocer a su amigo, una gaviota llamada
Scuttle, quien le traía a Ariel objetos del mundo humano, y la mantenía cada
vez más maravillada con aquel mundo.
***
La
venganza de Úrsula comenzó cuando menos lo esperaban.
Ariel,
sus hermanas, Tritón, Atenea y cientos de sirenas más disfrutaban del sol en un
bello y calmado lugar. Cantaban, gritaban y jugaban. Era el cumpleaños de la
reina, y no podían estar más felices.
Pero
Úrsula pensaba arruinar eso.
A
través de un sencillo hechizo cambio de forma, se transformó en una bella
humana, a la que decidió bautizar como Vanesa.
Fue
a un pueblo cercano, intentando no maravillarse de todo lo nuevo y desconocido
que había.
Subió
al barco de unos marineros que encontró y los emborrachó. Después comenzó a
contarles historias.
-
¿Alguna
vez han querido ser inmortales? - susurró ella- ¿Nunca tener que preocuparse
por envejecer, o por enfermarse?
Se
oyeron varios comentarios afirmativos.
-
Pues
entonces lo único que tienen que hacer es matar a la reina sirena.
-
¿Y
en dónde la encontraremos?
Úrsula
les dio la ubicación exacta del lugar donde estaba Atenea.
Y
esperó a que el desastre ocurría.
***
Atenea
se había ido. Había sido asesinada por un barco repleto de piratas.
Tritón
miró al cuerpo sin vida de su esposa mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas.
Ariel
miraba triste a su madre, la que había sido su cómplice en todas aquellas
aventuras.
La habían
matado los humanos, pero aun así no podía evitar sentir una inmensa curiosidad
por ellos, quería conocerlos, saber más.
Pero…
¿por qué?
***
Pronto
encontró la respuesta. Flounder, un pez que conoció huyendo de sus deberes, se
la hizo ver.
-
Oye
Ariel, creo que ya sé por qué estás tan obsesionada con aquel mundo de arriba.
Ariel
lo miró desconcertada. Tendría unos catorce años. ¿Cómo lo sabía él? ¿Quién se
lo había dicho?
-
¿Y
por qué, Flounder?
El
pez la miró.
-
Bueno,
eres la última hija. Y supongo que las responsabilidades que tienes te abruman,
tienes un concierto cada dos semanas, clases, discursos… ¡A mí me cansa sólo de
oírte hablar de ellos! Además, tu padre todo el tiempo te tiene presionada, y
no te da libertad.
La
sirena lo observó confundida durante un instante.
-
¿Y
eso qué tiene que ver?
-
Pues
el mundo exterior es la única manera de escapar de tu realidad, Ariel. Así
lograrás ser libre, y podrás hacer todo lo que quieras.
La
chica cambió de tema rápidamente. Flounder había dado en el clavo. Necesitaba
más que nunca ir al mundo exterior.
***
Cuando
cumplió quince años al fin lo logró.
Todo
comenzó una noche, en la que miró unos curiosos brillos en el agua, después de
haber faltado a un importante concierto.
Salió
a la superficie para averiguar, y se quedó maravillada al descubrir un barco
humano, rodeado por fuegos artificiales.
Al
asomarse el corazón se le aceleró. Un príncipe, de ojos azules y cabello negro
bailaba emocionado, pues era su cumpleaños.
Era
hermoso. Y sintió el incesante deseo de estar entre sus brazos, de acercarse a
sus labios y escuchar el latido de su corazón.
Él
era su puerta de entrada al mundo humano. Si conseguía conocerlo a él, conocería
el mundo con el que tanto había soñado, y lograría, al fin, ser libre.
Lo
contempló durante mucho tiempo, y cuando iba a volver al mar, el barco se
hundió.
Ella,
alarmada, sacó a su príncipe del agua y lo mantuvo a salvo todo lo que pudo.
Nadó
hasta la orilla, acariciando a el príncipe, cantándole y prometiéndole que todo
estaría bien.
Cuando
lo dejó a la orilla lo acarició por última vez.
-
Volveré
por ti, lo prometo- le susurró al oído- Sólo tengo que asegurarme de ser igual
a ti.
Y se
marchó, con sus ojos azules grabados en la mente.
***
Úrsula
la recibió encantada.
¿Ser humana, querida? ¡Pero claro!
Sólo tienes que firmar un contrato.
Si al ponerse el sol el tercer día no
logras besarlo tu alma me pertenecerá para siempre.
Ariel,
como una luchadora y guerrera, como una sirena que luchaba por sus sueños, una
valiente adolescente que se atrevía a hacer real lo que deseaba, firmó, sin
importarle las consecuencias, escuchando a su corazón, y sin poder evitarlo.
La
bruja sonrió. Su venganza comenzaba.
Pero
lo que no sabía es que algo más comenzaba, algo más fuerte que la venganza, o
el dolor, o incluso que la magia.
Dentro
de Ariel comenzaba la realización de un sueño.
Y el
comienzo de un amor.
Mi Arieeeeeeeeeel *__*
ResponderEliminarRealmente me emocionan mucho tus Crónicas! Sé que te dije que me leería tus capítulos pero ando que no sé donde tengo la cabeza, aún así lo prometido es deuda y te aseguro que tarde o temprano me embarcaré en este gran fanfic :)
Qué mala es Úrsula :( Pobre Atenea... Hubiese sido la única que habría comprendido a Ariel. Me encanta como lo has relacionado todo.
Realmente precioso, Diego, espero leer más cosas tuyas.
Besitos!
¡Hola Lily!
Eliminar¡Muchas gracias, a mi me encanta hacerlas! No te preocupes, soy consciente de que son demasiados capítulos jajaja, cuando lo leas espero que te guste.
Úrsula es una mala, pero tiene sus razones. Atenea merecía vivir.
¡Gracias de nuevo!
¡Saludos!